La nueva batalla de algunas familias: la idolatría y la polémica de la droga

Así, entre la rebeldía hacia los protocolos, la conveniencia en el uso de la ciencia, la gestión de la libertad y la manipulación social; la sensación placentera y de relajación que produce el consumo concede a la sustitución del uso del alcohol y otras drogas en la socialización; pero irremediablemente seguirá siendo lo mismo siempre.… una droga más.

Aunque para los organismos internacionales de la salud, como la Organización Mundial de la Salud, el término “droga” se refiere a toda sustancia que provoca alteraciones al organismo, las drogas que no cumplen alguna función curativa o paliativa al cuerpo debido a enfermedad, mal funcionamiento o traumatismo, se definen específicamente como drogas psicoactivas. Para fines descriptivos, en lo sucesivo en el presente texto se mencionará como “droga” aludiendo a estas últimas.

Estas drogas, son todas aquellas sustancias sintéticas (creadas) o naturales que al incorporarse al organismo producen modificaciones bioquímicas que alteran las dimensiones y procesos emocionales, mentales y conductuales. Es decir, las personas que las consumen viven cambios en la forma en que se sienten y experimentan sus vivencias, aunado a las modificaciones que se generan antes y después del consumo como parte del deseo y el ritual en el uso de la sustancia.

Si bien es cierto, la marihuana se ha estudiado al menos desde unos 35 años atrás con el objetivo de analizar su funcionamiento y/o con fines medicinales, los resultados de diversos estudios validan sus efectos y consecuencias, pero para variar, todo depende del ojo con que se quiera ver. Esta sustancia afecta, desde funciones celulares esenciales; hasta sistemas como el inmunológico o nervioso.

Las drogas de uso “recreativo” “legales” como el alcohol, nicotina y cafeína y otras ilegales como las anfetaminas (medicamentos de uso restringido) se utilizan para obtener sensaciones de placer (respetando las proporciones de sus efectos) sin embargo, también fungen como agentes facilitadores o mediadores de la socialización.

Sin embargo, hablar respecto al consumo de la marihuana alude a varias perspectivas, una es que ciertos y específicos componentes de la droga se estudian y utilizan con fines terapéuticos, para dar alivio o coadyuvar en el curso de algún tratamiento. Considérese que al hablar de tratamiento está implícito que existe un déficit en el funcionamiento saludable del paciente.

Algunas investigaciones llevadas a cabo por farmacéuticas revelan ciertos beneficios al usarla como analgésico, antiinflamatorio, estimulante del apetito, entre otros; pero los efectos negativos colaterales son mayores que los beneficios.  Ninguno de estos resultados es definitivo ni funciona en todos los casos, pero invariablemente en estas circunstancias debe ser PRESCRITO por un profesional certificado de la salud y en ciertas condiciones del abordaje de la dolencia.

Otra perspectiva sería el uso recreativo o placentero, el usuario la consume para sentirse relajado, desinhibido, mejorar la experiencia de los sentidos o sustituir por el alcohol u otras drogas para socializar, y aprovechando que la ciencia “muestra” que tiene aparentes beneficios se autoadministra y justifica. De esta forma se gana de todas, todas.  No hay margen de discusión, la marihuana posee efectos medicinales porque lo dicen los estudios, así que no es dañina.

Solo que falta agregar, que esos mismos estudios también muestran la relación inequívoca entre el consumo recreativo de la marihuana y la afectación a la salud mental. Si bien, las relaciones entre su uso con el trastorno psicótico y depresivo no son tan fuertes, sí existen evidencias que lo muestran. Así como en la generación de síntomas depresivos, ideación suicida y falta de placer o disfrute autónomo.

Sin embargo, la parte más significativa con relación al consumo de la marihuana no es el riesgo de las enfermedades mentales, sino las consecuencias disfuncionales que se generan durante el uso recreativo.   Alguna de estas son la afectación a la memoria y el aprendizaje, el control emocional, toma de decisiones y juicio social; por lo tanto, interfiere con el proceso adaptativo y la vida emocional del individuo además de la alta posibilidad de generar adicción, pues fácilmente se puede abusar ya que estimula y altera la sensación del placer, el cuerpo va necesitando más consumo para lograr la deseada sensación y, por lo tanto; genera dependencia. Esto también han validado las investigaciones, hasta ahora.

Con los resultados de análisis que se tienen hasta hoy, no conviene polemizar lo obvio en cuanto al daño que provoca y los riesgos que induce, eso ya está determinado. Discernir cuál droga es más dañina o cual tiene más aceptación social es un aspecto que limita la toma de decisión al respecto de su uso. Todas las drogas son nocivas, desde el tabaco hasta los medicamentos si estos últimos no son administrados con criterios profesionales y por expertos. Esta discusión solo conduce a una lucha de justificaciones, convencimiento y audacia verbal; ¿Quién es capaz de ganarla?… Quien pueda hablar más, lo haga más hábilmente y desee consumir marihuana, finalmente.

El criterio para consumir marihuana pasa esencialmente por la decisión y el derecho que se tiene para ello, hablando de los mayores de edad. No hace falta entrar en un discurso confrontativo donde lo que se busque es “convencer” que es menos mala, está satanizada o que otras drogas no se critican tan severamente.  El punto es que ya no se necesita otra droga más para estar en pie de lucha frente a la dependencia, adicción y el deterioro que se genere, sin mencionar los conflictos legales. Es, hasta abusivo, querer sopesar el “goce” de fumar marihuana frente a la frustración, incertidumbre y/o dolor que representa para las personas queridas.

Centrarse en revisar ese derecho y las consecuencias, posiblemente daría más frutos para la toma de decisiones respecto a consumir o no consumir marihuana. Solamente que, como todo derecho, tiene varias aristas. Sabiendo los daños y secuelas, se tiene el derecho de elegir qué se hace con el propio cuerpo, cómo contaminarlo o cuidarlo, qué droga se elegirá para socializar o sentirse bien, o … realmente cuál droga ayudará a sentirse menos mal, cada uno lo sabrá y eso sobra discutirlo. Únicamente habrá que estar dispuesto o dispuesta a cargar con los requerimientos para el consumo y las consecuencias que implique el drogarse, así como respetar el derecho de los demás a aceptarlo o no. Empezar a quitar la gloria y el velo a las drogas puede ayudar a vernos de frente y elegir con menos discurso y más conciencia. No es necesario entrar en más dilemas, lo que se necesita conocer para decidir, ya se cuenta con ello. Como sociedad, dejemos que los adultos decidan; como adultos. La droga se encargará del resto, en su momento.

Dr. Victor M. Mendoza Lara