Según el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos de América (2022), la salud
mental incluye el bienestar emocional, psicológico y social; y afecta la forma en que sentimos,
pensamos, actuamos, tomamos decisiones y nos relacionamos. Por lo tanto, no es solamente una
cuestión de “sentirse bien” sino de “estar” bien para funcionar de forma óptima, eficiente y en
términos evolutivos. Es decir, promover la salud mental implica mucho mas que NO tener
síntomas, implica encontrar el mejor estado armónico entre nosotros mismos y el contexto.

En México, se estima que el 25% de la población de 18 a 60 años padece alguna afectación mental
y solo el 3% busca atencion médica (Instituto Nacional de Psiquiatría Ramon de la Fuente, 2018). El
misterio y estigma que rodea el tema de las enfermedades mentales limita la iniciativa de las
personas a buscar ayuda profesional. De estas enfermedades, una de las más frecuentes y que van
en ascenso es la depresión, según la Organización Panamericana de la Salud (2022).
La depresión es la condición anímica donde la persona se siente abatida, sin motivos,
desesperanzada, falta de energía y muchas veces carente de sentido existencial. Pero sobre todo,
quienes la padecen muy frecuentemente se sienten incomprendidas (os), desplazados; y esta es
una carga muy difícil de llevar.

La falta de entendimiento en la dinámica de la depresión (y de la mayoría de las alteraciones
mentales y anímicas) conducen al paciente a una doble sensación de malestar. La familia, amigos e
instituciones “creen” que le ayudan llevándola (o), aportándole recursos o “estando” para ella o
para él, pero esa forma de participar carece de algo esencial para el alivio del paciente; carece de
genuina empatía, acompañamiento y expresión afectiva. Carece de cercanía, cercanía con la
persona que se encuentra sometida a una condición en la cual no quiere estar, sin duda, solo que
no logra salir de eso horrible hoyo nebuloso. Ella (la persona afectada) quiere emerger
desesperadamente, pero la falta energética y de carga impulsiva la contiene mientras los demás la
ven, y sí están, pero no todos y no de una forma consciente, comprensiva e involucrada.

Las enfermedades mentales y anímicas, a diferencia de las orgánicas, muchas veces se desarrollan
a través del medio de desarrollo y de convivio de las personas. Y precisamente ese medio es el que
puede colaborar de forma muy significativa al bienestar del paciente. Vivir estas condiciones de
salud con la sensación de inclusión y de deseo de los seres queridos por entender lo que se vive, es
un respiro purificado sin desperdicio alguno, es sentir que están todas las manos apreciadas
dispuestas a ponerse amorosa y diligentemente dando tranquilidad y certidumbre al paciente, para
que este viva la enfermedad desde otra perspectiva.

No dejemos que las personas que amamos vivan solas y frustradas con sus experiencias de salud
emocional y mental. Considere que muy probablemente los familiares de estos pacientes
requieren mucho más apoyo profesional que el que piensan y tengan otras enfermedades o
condiciones en medidas y formas distintas. Provean su propia salud emocional y mental, no se
dejen solos ni los dejen solos, pidan ayuda siempre; ahí inicia la cura porque nadie puede solo (a)
esto es lo natural.
Psic. Victor Mendoza Lara. PsyD